Un largo cinturón negro que baja y sube, sube,
sube...
E l último tramo, de unos 70 km, se hizo duro. Los
pedalistas estaban cansados, apenas si bebían algo de líquido para mantenerse
hidratados, reinó el silencio y el sacrificio se podía sentir en el aire. La
parada se haría en La Chañarienta y el cartel indicador parecía no aparecer
nunca. En la última bajada la imagen del colectivo del Cruce por la Educación y
el gran campamento dispuesto por Antonio, el conductor del vehículo de
asistencia llenó de júbilo a los ciclistas. Pronto bajaron y se abrazaron y
volvió la emoción, un día muy duro había terminado, precisamente como empezó:
Muy bien, lleno de afecto y risas, como las de los niños de San Francisco que
los hombres del Cruce siguen escuchando resonar en sus corazones. Noche en el
desierto, música, fuego, lectura de cartas y anécdotas bajo un cielo azabache
pleno de estrellas. Buenas noches, felices sueños.
La cuarta jornada del Cruce por la Educación ha sido
muy particular, es uno de esos días capicúa, esos que empiezan bien siguen como
pueden y terminan bien. La marcha comenzó en San Francisco del Monte de Oro,
donde una vez más las banderitas de los escolares dieron calidez y un bellísimo
coro de sonrisas al paso de los pedalistas. Debieron desandar unos 20 km
recorridos ayer hasta llegar a Luján, donde encontraron el cruce hacia El
Encón, siguiendo la Ruta Nacional Nº 20. Recorrieron un total de 145 km por una
carretera en excelente estado, pero tan recta que se perdía en el horizonte y
apenas si algún atisbo de curva le daba un poco de simpatía al camino. Las
voces de los ciclistas rompían el silencio de un paisaje que parecía de cartón
piedra, hasta se podía oír el siseo de las ruedas sobre el asfalto. De vez en
cuando un grito de ánimo, a veces una risa estruendosa, otras una voz de alerta
al paso de algún vehículo.
Llevaban unos 80 km y un auto en la banquina obligó a
los cinco compañeros a detenerse. Se trataba de un señor mendocino, quien tenía
inconvenientes para sacar un neumático destrozado. Muy pronto Rodolfo Decicco y
Santiago Fernández pusieron toda su pericia al servicio del accidentado y en
minutos solucionaron el problema. Hubo abrazos algo de conversación y un
emocionado reconocimiento del de Mendoza. Una vez más subieron a sus bicicletas
y se dispusieron a enfrentar una dura subida con algo de viento y un sol
siempre presente. La velocidad promedio del día rondó los 25 km/h con ciertos
picos provocados por alguno de los muchachos a fin de quitar monotonía a la
tarde.
Informe:
Juan Manuel Vargas
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